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miércoles, 4 de febrero de 2009

Carta de Benedicto (El Correo 02.04.09)

Carta de Benedicto

Manfred Nolte

Los líderes globales se citan hoy en Londres para someterse a una segunda sesión de terapia de grupo, cifrada en 75 millones de dólares. Todos sin excepción llegan aquejados de la misma enfermedad: el mal occidental, un virus surgido en Estados Unidos debido a la incontinencia inmobiliaria y que se ha colado por los entresijos del planeta, sin hacer distingo de culpables o inocentes, y que pronostica para el año en curso la primera caída del producto mundial en más de 70 años.

Otro líder de un Estado diminuto, Benedicto XVI, no ha resistido la tentación –hay tentaciones para la excelencia- de contribuir al evento con alguna reflexión, aunque haya sido por vía postal. En la carta remitida al Presidente del G20, manifiesta entre otras cosas que las crisis financieras se desencadenan cuando, debido a la falta de ética, los operadores del mercado pierden la confianza en su modo de actuación. “Las finanzas, el comercio y los sistemas de producción son creaciones humanas contingentes que, en caso de que se conviertan en objetos de fe ciega, llevan dentro de sí las raíces de su propio fracaso”.

Esa fe ciega en el “homo economicus” y lo que éste representa, están en el trasfondo de una historia de codicia, excesos e ineptitud que ha abocado en el colapso sistémico, y con ello en el cuestionamiento de su construcción ideológica.

“La única base sólida y verdadera es la fe en la persona humana. Por esta razón, todas las medidas propuestas para frenar esta crisis deben tratar, en última instancia (…) de restablecer la ética en el mundo de las finanzas”.

El Vaticano carece de autoridad para privilegiar una determinada teoría económica. De hecho el Papa retrasa su última encíclica porque desea abordar la incidencia social de la crisis “desde una posición razonada y razonable”.

Pero goza de absoluta legitimidad para consignar abiertamente sus postulados éticos, si además, quiere hablar en nombre de aquellos “cuya voz tiene menos fuerza en la escena política”, pero que “sufren más los dañinos efectos de una crisis de la que no son responsables”.

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