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domingo, 29 de marzo de 2009

Otro G20(El Correo, 29.03.09)

Otro G20.

Manfred Nolte

Los diplomáticos mas refinados del planeta se reunirán el próximo día 2 de abril en Londres para seguir trazando la salida de la crisis. Una reunión meteórica que apenas servirá para revisar la redacción del comunicado oficial, de cuyo contenido no cabe esperar notables sorpresas. La prensa de estos días nos bombardea con información diversa sobre el evento y la Web oficial reseña sus principales hitos adelantando algunas conclusiones.

Es notorio que europeos y yanquis andan a la greña por uno o dos puntos adicionales de PIB dedicados al estimulo fiscal y por la oportunidad del Pacto de Estabilidad en una recesión del calibre de la actual. Como ha dicho Krugman “”vivimos tiempos muy especiales en que la virtud puede ser vicio y la prudencia locura”, aunque desgraciadamente no exista la máquina milagrosa para discernir entre esos extremos. Los chinos abogan por una nueva moneda de reserva que diversifique su temeraria exposición al dólar y quien más quien menos ve inevitable el continuar volcando fondos en el Sistema. Aquí entraría el FMI, con propuestas ambiciosas para multiplicar sus recursos, sin olvidar sus graves carencias de gobernanza. Con celeridad, claro está, hay que poner más orden en los estándares contables y reforzar el marco prudencial bancario y el de las agencias de calificación. Un recuento superficial censa casi una decena de instituciones de postín trabajando en este frente. Lo de un superregulador con competencias globales ya es harina de otro costal. Para salvar los sistemas financieros convulsos hay un esfuerzo común, aunque con matices en las fórmulas. En la cumbre convergerán diagnósticos, fijándose posiciones consensuadas.

Pero cuanto antecede descansa en un supuesto falaz: que en el debate están todos los que tienen que estar. Aunque aparentemente sumar resulte siempre loable, hay circunstancias críticas en las que el “quien” adquiere tanta relevancia como el “que” o el “como”. El encuentro de Londres suscita, en este sentido, un interrogante acerca de su representación y ,por tanto, de su legitimidad.

En efecto, ya la cumbre del 15 de Noviembre en Washington, clarificó la interpretación occidental de la cooperación. En aquella circunstancia, el G20 pisoteó literalmente el guión a Naciones Unidas apenas quince días antes de la celebración de la cumbre de Doha. El descomunal desaire convirtió a Doha 2008 en una reunión descafeinada e inadvertida. Pero fiel a la resolución 63/239 y a las previsiones de la propia “Declaración de Doha”, el Presidente de la Asamblea ya ha fijado fecha para la “Conferencia de alto nivel sobre la Crisis financiera y económica mundial y sus efectos sobre el desarrollo”.

El G20 debería ser sustituido por un “Consejo Económico Global”, según plantea el grupo de expertos de la Asamblea, constituido bajo la dirección del Nóbel Joseph Stiglitz. El “Consejo” sería un órgano de Naciones Unidas y fijaría la hoja de ruta de la reforma económica y financiera mundial. La propuesta se oficializará la próxima semana coincidiendo con la cita londinense.

La adscripción del debate a un marco democrático e inclusivo como Naciones Unidas presta legitimidad a un problema que afecta a la totalidad de pueblos y personas. El G20 ampliado supone un cierto avance en relación a otros clubs más excluyentes de la sigla G, ya que acumula el 85 por ciento del producto mundial, pero no deja de ser el espejo de los países ricos que siguen dominando la agenda, y una certera selección de emergentes. Es una lástima que los dos países invitados, España y Holanda, aumenten impasiblemente el peso del norte en el foro, en detrimento del sur. Falta de visión y una magnífica oportunidad perdida. En cualquier caso, el G20 no es una Institución Internacional y sus acuerdos no son vinculantes.

Entretanto los mas desfavorecidos siguen sin tener voz ni representación en la solución de una crisis que no han originado. Se trata del millardo maldito (“Bottom billion”), mil millones de personas que según un reciente informe del Banco Mundial pueden verse anegados por una ola de desolación, que aboque en estallidos sociales y políticos sin precedentes.

El Presidente Obama ha urgido a los líderes mundiales a “emprender una acción audaz, comprehensiva y coordinada”, poniendo su confianza en que la cumbre de Londres “galvanice la acción colectiva”. Pero la acción colectiva está sometida al interés nacional, como está siendo patente, porque los políticos diseñan sus acciones para complacer las voluntades domésticas y no para superar los desajustes de la economía global. En esa dinámica siempre pierde el más desvalido.

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