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domingo, 25 de abril de 2010

Crisis Global y ODM. (El Correo 25.04.10)

Crisis Global y Objetivos de Desarrollo del Milenio.

Manfred Nolte

2015 fue la fecha objetivo marcada hace 10 años por los gobiernos del Planeta en la llamada ‘Cumbre del Milenio’ de Naciones Unidas, para reducir a la mitad la pobreza de los países mas necesitados. Desde la atalaya de la nueva década, las perspectivas no lucen excesivamente halagüeñas.

Casualmente, los países en desarrollo no están en la raíz de la crisis global aunque sean los que más sufren sus calamitosas consecuencias.

El efecto contagio de Occidente se ha producido a través de mecanismos bien conocidos como el retraimiento de la demanda internacional, el recorte y repatriación de las inversiones privadas de las empresas transnacionales, la reducción de las remesas de los emigrantes, el sesgo involutivo de los tipos de cambio, las pautas de los precios en las materias primas y el resurgimiento de un proteccionismo de bata blanca, cuya autoría y paternidad nadie parece irrogarse a pesar de haber sido públicamente denunciado ante sucesivas reuniones del G20, renovando la vieja esquizofrenia existente entre lo que predican los gobernantes y su forma concreta de actuar.

Más en el trasfondo se ubica una globalización sin alma que ha exportado de sus cloacas lo peor de su repertorio: la expansión de determinadas prácticas artificiales, opacas, sin valor añadido social dentro del sector financiero, la implosión de las burbujas especulativas, la infamia desatada de quienes han distribuido impasiblemente artefactos paquetizados de carga retardada, la desregulación, el desprecio al control debido y la ausencia de herramientas de gobernanza pública adecuada.

Como ha señalado un informe de marzo pasado del Parlamento Europeo, la crisis ha azotado en oleadas sucesivas a los países ricos y a los emergentes. Ahora la ‘tercera ola’ ha alcanzado a los países en desarrollo. En este caso la ola amenaza convertirse en un ‘tsunami’.

El crecimiento de países emergentes y en desarrollo durante 2009 supuso un cuarto del de 2007 y un tercio del de 2008. El número de parados en las áreas urbanas se ha disparado creando vastos flujos migratorios que se agregan a los derivados del cambio climático.

Es notorio que el volumen del comercio mundial ha caído un 10% el ejercicio pasado. A esa tasa ha contribuido el desplome del comercio africano del 17% frente al crecimiento del 11% registrado en 2008. Todo ello está llevando a un rápido deterioro de las balanzas por cuenta corriente del área, con las graves consecuencias que ello acarrea para su capacidad de endeudamiento ulterior.

A tenor de los testimonios del Banco Mundial, o de los recogidos en la Declaración de la ‘Cumbre mundial para la seguridad alimentaria’ de noviembre de 2009, aproximadamente 100 millones de personas se han agregado al ‘Club de la Miseria’, el compuesto por mil millones de personas de todo el mundo que viven en extrema pobreza. Entre 30.000 y 50.000 niños morirán anualmente en el África Subsahariana. Se rebajarán las asignaciones internacionales para la educación primaria, la reducción de la mortandad infantil, la mejora de las condiciones de maternidad, el combate de las enfermedades endémicas, la sostenibilidad medioambiental o la creación de infraestructuras, los ocho ejes de los ‘Objetivos de desarrollo del milenio’.

No deja de escandalizar que del paquete global de ayudas públicas, planes de estímulos fiscales y medidas de liquidez generalizadas , la proporción de reparto haya sido de 20 a 1, representando 1 la cuota del Cono sur. Del total de préstamos del FMI activados por las sucesivas conferencias del ‘G20’ solo el 1,6% ha ido a parar a África y de los 250 millardos de dólares de la nueva asignación de ‘Derechos especiales de Giro’ únicamente 15 han tenido como destino el continente africano. Adicionalmente, estos préstamos acrecentarán el endeudamiento de países ya estructuralmente deficitarios y empobrecidos.

Resulta patente que no se han observado los compromisos tantas veces proclamados en conferencias internacionales como las celebradas en Nueva York, Accra, Monterrey o Doha y en particular los recogidos en las Declaraciones del G20 de Washington, Londres y Pittsburgh o el del G8 en L’Aquila.

Naciones Unidas celebra en Setiembre de este mismo año una nueva Cumbre con el objetivo primario de evaluar qué decisiones estratégicas permitirán “acelerar el progreso hacia el logro de los Objetivos de desarrollo del Milenio en 2015”.

La asamblea llega en una coyuntura crítica para la comunidad internacional. Se trata de la última oportunidad.

Una de las máximas de ‘Oceanía’, el superestado de ficción de George Orwell en ‘1984’ sostenía que “la ignorancia es fortaleza”. Tan decadente eslogan no debiera tener aplicación a nuestro caso. Donde no cabe invocar la ignorancia, solo queda una firme acción política y cumplir la promesa realizada.

domingo, 11 de abril de 2010

Juicio al Yuan. (El Correo 11.04.10)

Juicio al Yuan.

Manfred Nolte

En 1957, el lanzamiento por parte de Rusia del primer satélite espacial – el ‘Spútnik’- conmovió a occidente. La percepción de que la Unión Soviética hubiera superado al gigante americano en la carrera tecnológica, forzó en este una reacción competitiva y sembró la semilla del ulterior proceso de entendimiento científico entre ambas naciones.

Con resonancias semejantes, China se ha erigido súbitamente en una superpotencia económica global, aunque siga conviviendo con gigantescas bolsas de injusticia y pobreza. Ocupa el segundo lugar en el ranking de exportación y de Producto mundial. Genera, con diferencia, el mayor superávit por cuenta corriente y lidera el nivel de reservas del planeta: 2,4 billones de dólares.

En este contexto, la intervención del yuan –o renminbi-, la moneda china, ha suscitado una violenta reacción en Estados Unidos que amenaza convertirse en una confrontación de calado entre Washington y Pekín.

130 congresistas USA tachan a China de ‘País manipulador’ urgiendo represalias compensadoras. Paul Krugman califica las políticas comercial y cambiaria del gigante asiático de “depredadoras” imputándolas “durante los dos próximos años una reducción del empleo estadounidense del orden de 1,4 millones de puestos de trabajo”.

Es notorio que China interviene diaria y masivamente su moneda, al cambio fijo de 6,83 yuanes por dólar estadounidense. Mediante esta conducta el gobierno comunista contiene los precios de los bienes y factores de producción domésticos a niveles imbatibles por la competencia internacional, subsidia sus exportaciones, penaliza sus importaciones y garantiza el superávit comercial y la consiguiente acumulación de reservas exteriores.

Con todo, el tema dista de estar listo para sentencia.

Para empezar, las críticas habituales se refieren al ‘tipo bilateral’ yuan/dólar cuando el verdadero valor de la divisa amarilla se esconde detrás del ‘tipo de cambio efectivo’, concepto que incluye de forma ponderada al resto de monedas. Mientras aquel ha permanecido invariable desde 2008, este último se ha apreciado en valores cercanos al 20% en dicho periodo.

Aunque resultaría necio negar la infravaloración del yuan, parece improbable la cuantía que se denuncia, del orden del 40% de su valor nominal.

Además el concepto de ‘manipulación’ es confuso: todos los gobiernos adoptan acciones que afectan directa o indirectamente al tipo de cambio. Déficits desaprensivos producen una divisa débil, al igual que lo condiciona una plataforma de tipos de interés bajos. Hasta la crisis griega Estados Unidos se ha beneficiado de un tipo de cambio dólar/euro deslizante. ¿Deberían los europeos haber acusado de ‘manipuladores’ a los americanos?

China actúa como todos los demás.

El proteccionismo USA es flagrante y en su reivindicación late un tufo farisaico. No puede olvidarse el papel que el superávit chino desempeña en la cobertura de su déficit y en su bajo coste de financiación. Adicionalmente, la competencia china ha deflactado los precios de las manufacturas y de los salarios americanos colaborando a la estabilidad de sus precios. Cabe añadir que un alto porcentaje de las exportaciones chinas a Estados Unidos se realiza por multinacionales de capital yanqui.

Este mix de incidencias apuesta nítidamente por huir de la confrontación, ante la que China proclama, llegado el caso, estar preparada.
Estados Unidos precisa de una política comercial multilateral equilibrada, no discriminatoria, en lugar de una confrontación bilateral con China. Son 90 los países con los que Estados Unidos registra déficit comercial. El comercio Chino-americano solo representa un 12 por ciento del total del gigante oriental. El problema neurálgico estadounidense es su tasa de ahorro, no China. America necesita reducir su déficit global e incrementar su tasa de ahorro.

Muy probablemente los responsables comunistas acometerán en breve plazo un doble proceso revaluatorio: un primer ajuste es simplemente ‘nominal’ fijando un tipo central, hipotético, de 6,25 yuanes por dólar.

Adicionalmente debería abordarse una formidable revaluacion ‘real’ en términos de paridad adquisitiva, si el gobierno multiplica tanto el consumo publico como las transferencias y subsidios a las economías domesticas.

Aunque ambas medidas son económicamente diferenciadas persigue resultados finales equivalentes.

Haciéndolo podrán encarar sus retos mas candentes: reducir las desigualdades sociales y elevar el nivel de vida de millones de ciudadanos, cursando de una economía orientada obsesivamente a la exportación, de reservas astronómicas e hipertasas de ahorro hacia un estimulo generalizado del consumo interior.

A nivel planetario los desequilibrios de pagos solo pueden rehacerse incrementando la demanda interna en los países superavitarios y reduciéndola en los deficitarios, con una ajuste simultaneo de los tipos de cambio. Ambos frentes son complementarios y no sustitutivos.

China colaborará previsiblemente en el nuevo equilibrio mundial, pero no porque lo dicte el Congreso americano, sino porque revertirá en interés propio y se abordará de una forma gradual y negociada.