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domingo, 10 de octubre de 2010

Una tasa solidaria global. (El Correo 10.10.10)

Una tasa solidaria global.

Manfred Nolte

El Banco de Pagos Internacionales (BIS), una organización gubernamental que congrega a 56 de los principales bancos centrales del planeta y cuya misión consiste en fomentar la cooperación financiera internacional y ayudar a que la política monetaria sea un ejercicio mas predictible y transparente, acaba de publicar un esperado documento que a su propia actualidad añade y acaso redobla la de un controvertido tema de debate político: un impuesto sobre las transacciones en divisas con vocación de tasa solidaria global.

Según señala el ‘Octavo Informe trienal de Bancos Centrales sobre la actividad en los mercados de divisas y en los mercados de derivados no organizados’, en abril de 2010 la cifra de negocio de los mercados de divisas globales creció un 20% en relación a 2007 con un movimiento promedio diario de 4 billones de dólares comparado con los 3,3 billones de 2007. La actividad en los derivados elegibles negociados en mercados no organizados creció en un 24%, con un movimiento promedio diario de 2,1billones de dólares a abril de 2010.

Para poner en contexto estas cifras debemos recordar que el Producto mundial en 2009 rondaba los 58 billones de dólares, el equivalente a 9,5 días de compraventas en moneda extranjera. En 1992 las operaciones en divisas representaban aproximadamente 8 veces el total de la producción mundial. En 2007 su número aumentó hasta 14 veces. La proyección de 2010 apunta a un factor de multiplicación de 38.

Por otra parte, en 1973, se estimaba que el 80% de los movimientos en divisas tenían una finalidad comercial, mientras que en la actualidad se estima que dicho porcentaje corresponde a operaciones de ‘trading’ a corto plazo, esto es, aquellas realizadas por entidades bancarias entre sí, un juego de suma cero para la economía en su conjunto y que guardan escasa relación con la lubricación de la actividad real.

Lo anterior viene a cuento de la tan traída y llevada propuesta de gravar las transacciones en divisas cuya ejecución es monopolio mundial de las entidades financieras, y contribuir con ello al doble dividendo de recaudar fondos con destino al desarrollo de los países mas vulnerables o ,alternativamente, para refinanciar el rescate del sector financiero o aun para crear fondos de resolución para prevenir futuras crisis del sector, y penalizar accesoriamente, aunque sea de forma simbólica, una actividad en gran medida carente de valor o utilidad social.

El gravamen descrito tiene poco de innovador. Existe una larga relación de economistas respetados, desde Keynes y Tobin, hasta los Nobel Stiglitz y Krugman, pasando por Lawrence Summers, John Williamson y Barry Eichengreen, por citar algunos mas conocidos, que han defendido los impuestos financieros.

En décadas pasadas la bandera de la ‘tasa Tobin’ era patrimonio de los movimientos antiglobalización. Pero en los últimos tiempos ha sido secundada por la canciller Merkel y el también canciller austriaco Fayman, Peer Steinbrück, Gordon Brown, Christine Lagarde, grupos significativos de la Comisión europea y días atrás, en Nueva York, por Zapatero y Sarkozy, aunque estos últimos respaldos hagan mas daño que favor a la imagen del utópico proyecto originario.

Pese a que el tema no pueda zanjarse en un puñado de líneas, las cifras recién volcadas por el BIS gozan de una elocuencia envidiable: en abril de 2010, el volumen promedio diario global de las transacciones en divisas, en sus principales mercados e instrumentos, ascendía a 6,1 billones de dólares.

Esta cifra constituiría la base de un nuevo impuesto. Para un tipo simbólico del 0,005%,- cinco céntimos por cada 1000 euros- la cuota anual resultaría en 76.000 millones de dólares USA, más de lo teóricamente marcado para la provisión anual a los Objetivos de Desarrollo del Milenio y una cifra no muy distante de la de la ayuda al desarrollo concedida al Sur por la OCDE.

En este algoritmo elemental, el multiplicando es la base imponible de las transacciones y el multiplicador el insignificante tipo impositivo aplicado. Frente a enfoques fiscales miopes que adscriben invariablemente el incremento de la recaudación a la elevación de los tipos, una microtasa transaccional como la descrita desborda todos los cánones recaudatorios sin introducir alteraciones perceptibles en el sistema.

Para alivio de las patronales bancarias el tributo tiene escasas probabilidades de prosperar. A nivel europeo ,donde su aprobación requeriría una decisión unánime, es fuertemente contestada por el Reino Unido y Suecia. A nivel mundial cuenta con el repudio frontal de países como Canadá, Estados Unidos o Japón.

Es uno de los espejismos dominantes: la solidaridad es un lujo para tiempos de bonanza o una limosna cuando las arcas están a rebosar.

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