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domingo, 19 de diciembre de 2010

Una Banca alternativa.(El Correo 19.12.10)

Una Banca alternativa.

Manfred Nolte.

Asignar al sector bancario el papel de pulmón de la economía no resulta novedoso. Lo es, sobre todo, debido a sus vitales funciones de asunción y traslación del riesgo desde los depositantes hasta los inversores a través de un elemental sistema de intermediación.

Hasta no hace mucho tiempo el cliente que solicitaba un préstamo a su caja o banco local se sometía a un riguroso examen formulado por un empleado instruido que terminaba invariablemente en la pregunta crucial: ¿Cómo piensa Vd. devolver el dinero?

Este procedimiento aparentemente autoritario y abusivo gozaba de un atributo vital para la salud del sistema: la entidad financiera asumía plenamente la relación crediticia respecto del cliente prestatario. Aun hoy en día esta práctica se realiza por las más tradicionales de nuestras instituciones, que casualmente han resultado ser las más solventes.

Esta fórmula simple, aburrida y eficiente, aplaudida durante décadas por su consistente respaldo a la economía real, ha dado paso a otra más compleja – en particular en los Estados Unidos de América, - donde las pretendidas innovaciones financieras han creado productos de altísimo riesgo, dudosa comprensión y escaso o nulo valor social que han dado al traste con el sector no sin arrastrar en su caída al conjunto de la Economía real.

La paciente tarea de la intermediación cede el paso sucesivamente a la ciencia del ‘retail banking’ con sus políticas de venta cruzada, en las que el objetivo radica en que el cliente adquiera el mayor número posible de productos y servicios de la entidad, fomentando su vinculación y creando sinergias de escala. El ‘credit scoring’ hace desaparecer el rostro del cliente hasta el momento de la entrada en escena de la técnica de la desintermediación en la que las entidades venden grandes parcelas de su balance a terceros. Empaquetar para vender: he ahí la esencia de la titulación. Qué producto se venda, de qué fiabilidad y garantía para su adquirente es harina de otro costal. Tal fórmula viciada en su esencia operativa- la desaparición del nexo entre acreedor y deudor- no podía sino conducir al fracaso, como efectivamente ha sucedido.

Si hubiese subsistido la relación tradicional deudor-acreedor, y el banco hubiese tenido siquiera un vago interés por cómo procedería el deudor a la devolución del préstamo, y –sobre todo- si el banco hubiese conservado efectivamente en sus libros el préstamo hasta su vencimiento, todo habría sido diferente. Nada de esto tuvo lugar porque el banco había abdicado de su responsabilidad, rompiendo la relación de acreedor con su cliente prestatario. Como consecuencia de lo cual la economía se halla sobreendeudada, y simultáneamente, al aumentar las tasas de morosidad y disminuir el valor de los activos subyacentes, el sistema financiero – a pesar de los rescates públicos habidos- atraviesa una situación más que apurada.

Puesto que un gran colectivo de bancos ha abandonado su rol básico de proteger a los mercados del riesgo de crédito y dado que este tipo de riesgo ha crecido exponencialmente en los últimos 10 años hasta el punto de amenazar a la economía real, habrá que cuestionarse seriamente por qué esta clase de entidades merece mantener posiciones de privilegio, en particular en lo que respeta a los rescates automáticos de los gobiernos siempre con cargo a los fondos del contribuyente y también al recurso prácticamente ilimitado al crédito institucional, que a la postre revierten escasa o nulamente a favor de la economía productiva.

Procede, en consecuencia, repensar seriamente la viabilidad de los bancos globales alejados de la forma de banca personalizada y tradicional a la que venimos aludiendo. Las iniciativas en curso sobre los llamados ‘esquemas de resolución” que permitan la quiebra ordenada de estas firmas sistémicas sin que generen efectos colaterales nocivos también son dignos de citarse. A ello ayudaría no poco la introducción de un esquema global de tasas bancarias como los que entrarán en vigor en Alemania y Reino Unido a partir de enero de 2011.

Por mucho que, por el momento, este y otros temas relacionados con la gran Banca constituyan un auténtico tabú, hay un hecho evidente: la prevención de futuras crisis pasa por algo sustantivamente distinto del reforzamiento de la capitalización bancaria, tal y como viene impuesto por Basilea III.

El capitalismo de mercado, cualquiera que sea la forma que adopte en su evolución futura, no puede sobrevivir con un sistema bancario global tal y como se halla diseñado en la actualidad.

El retorno a la banca tradicional se constituye en un imperativo, que extrañamente los administradores de nuestra economía, los poderes gubernamentales, no parecen reconocer, ignorando los peligros que tal régimen representa para la refundación de nuestra prosperidad.

domingo, 5 de diciembre de 2010

¿Acoso o huida?(El Correo,05.12.10)

¿Acoso o huida?

Manfred Nolte

El repudio sufrido por la deuda pública española en los mercados internacionales, medido por el margen de interés respecto del ‘bund’ alemán y por el coste de los seguros de impago, ha acrecentado el temor a un rescate comunitario de proporciones y consecuencias imprevisibles. La mayor caída diaria, desde la introducción del euro, en el precio de los bonos a diez años se producía a principios de semana, disparando su prima de riesgo a máximos históricos, alcanzando los 311 puntos básicos, por 360 los seguros de impago.

En tales circunstancias la tozuda versión oficial alude a un ataque especulativo sobre nuestra economía, inmerecido en todo caso –nosotros no somos Grecia ni Irlanda- , recordando la consistencia de nuestros ‘fundamentales’ y el tonelaje subyacente a nuestro tejido productivo, el correspondiente a la décima potencia industrial del planeta , el buen ritmo desarrollado por el programa de austeridad en marcha, la incipiente recuperación de los ingresos fiscales, la presión ejercida sobre el subsector de cajas para su consolidación definitiva y las acciones en curso para la reforma laboral, de las pensiones y otras.

La magnitud del incendio aumentó con el anuncio de la llamada ‘opción Abu Dabi’ –que finalmente se hará ‘caso por caso’- y que implicará a los inversores privados en el eventual rescate de las economías del área euro a partir de 2013 y con las inesperadas declaraciones del Comisario Almunia primero y de la Comisión Europea después ,augurando esta última el fracaso en la reducción del agujero presupuestario español al 6% en 2011.

Pero el desconcierto reinante debe reconducirse a realidades llanas. Los héroes de nuestro estamento político luchan contra fantasmas, improvisando discursos tan vagos como inútiles. La tesis de la conspiración especulativa, como tratamos de mostrar, se sostiene con dificultad.

Repasemos hechos objetivos.

Primero: si bien es cierto que España aprueba el examen de la deuda total en porcentaje del PIB, superando incluso a Alemania, y su déficit no resulta descabellado, encabeza las listas de paro de la UE. Adicionalmente necesita refinanciar, solamente en 2011, 252.000 millones de deuda exterior -134.000 el Tesoro, y el resto entre la Banca española y las empresas del Ibex- mas el monto del déficit del ejercicio.

Segundo:¿Cuáles son las pérdidas de Bancos y Cajas derivadas del estallido de la burbuja inmobiliaria? El conjunto de crédito a promotores, constructoras y compradores roza el billón de euros, cifra similar a la del PIB español. Fuentes solventes apuntan a una posición dudosa del orden de 180.000 millones de euros, nueve veces el beneficio estimado para 2010 del conjunto de entidades financieras. No menos del 25% de dicha cifra se reputa irrecuperable lo que remite a 46.000 millones en capital adicional para afrontar las pérdidas del sector.

Tercero: España ha ido acumulando un déficit de competitividad cuyo origen se encuentra en un aumento diferencial de precios y costes respecto de nuestros socios de la UE y que en ausencia de ajustes en el tipo de cambio nominal –quemamos las naves al adoptar el euro- supone una sobrevaloración de nuestro tipo de cambio real. Ello lastra seriamente nuestra capacidad de crecimiento.

Todo ello habilita comprensiblemente un escenario de desconfianza. Los inversores dudan de la solvencia de España y en consecuencia optan por no adquirir su deuda soberana. Paralelamente, anteriores compradores deciden venderla antes de que sea demasiado tarde o protegerse comprando cobertura.

Hasta aquí resulta incuestionable que los mercados no atacan a la deuda española ni a su economía. Antes bien huyen de ella por causas tan objetivas como evidentes. Tampoco se advierte especulación alguna, sino la legitima protección de los intereses propios.

Otra cosa es que, desde aguas cenagosas, surjan invariablemente las ratas de cloaca –honorables firmas financieras de reputación internacional-adoptando posiciones cortas sobre el país, comprando cobertura sin subyacente de la deuda soberana y vendiendo futuros de esos mismos bonos, en una apuesta –no sin alto riesgo- por un beneficio fugaz.

Es aquí donde el BCE debe actuar de cortafuegos –como parece será el caso- adoptando drásticas medidas contraespeculativas. Acciones ‘menos convencionales’ –como la monetización de la deuda- unidas al refuerzo de las líneas de liquidez, ya utilizadas por la FED de forma generalizada y que Trichet debe emular. De esta manera se reforzará el euro, se relajarán los tipos de los bonos, y finalmente se estabilizarán los mercados. Un tímido debut hacia la futura gobernanza europea.

Pero ello no debe volvernos ciegos para con nuestros gravísimos problemas, cuya resolución pasa lamentablemente por una devaluación interna del país, un ajuste presupuestario flanqueado de importantes reformas económicas, que deberán ejecutarse atendiendo a estrictos principios de justicia y de solidaridad.