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sábado, 7 de mayo de 2011

Tragedia griega (El Correo,07.05.11)

Tragedia griega

Manfred Nolte

Ahora hace un año, la economía griega se encontraba al borde del colapso, con una alta probabilidad de impago de su deuda soberana. Varias décadas de políticas inadecuadas, compartidas con otros socios periféricos, acompañadas de una corrupción tercermundista y una evasión fiscal generalizada, deslizaron al país helénico por el peligroso carrusel de un déficit y deuda pública desmesuradas, al mismo tiempo que las estructuras productivas evidenciaban una pérdida sustancial de competividad exterior. A ello hubo de agregarse el efecto impacto de una crisis de origen yanqui, que en su marea arrastró al país a unas cotas inaceptables no solo para los países centrales de la eurozona, sino para la siempre cinegética percepción de los mercados, con toda la batería de opciones de arbitraje y especulativas apuntando a sus propios intereses.

El primero de mayo de 2010, al igual que los samnitas hicieron hace siglos con los romanos en el desfiladero de las horcas caudinas, la Unión europea y el FMI impusieron al gobierno de Papandreu un plan de austeridad sin precedentes a cambio de un cheque de 110.000 millones de euros reembolsable a tres años vista.

En marzo de 2011, Grecia ha obtenido de sus colegas europeos una suavización de las condiciones impuestas en el acuerdo inicial, extendiendo la duración media del programa hasta los 7,5 años, reduciendo adicionalmente en un 1% el interés de la facilidad dejándola en el 4%. El FMI ha prometido aliviar proporcionalmente su compromiso con el deudor.

Las preguntas críticas son las siguientes: ¿Será capaz la economía griega de implementar el macroplan de austeridad iniciado? ¿Son suficientes las ayudas prestadas para colaborar en dicho fin? Con independencia de los cálculos objetivos,¿cuál será le percepción del mercado y qué incidencia tendrá sobre el curso de la acción política del plan de austeridad?

Las líneas que siguen abordan en su conjunto la problemática recogida en dichos interrogantes.

Comencemos por el plan de austeridad. Como en cualquier economía doméstica o empresarial, las situaciones sostenidas de déficit soberano solamente pueden remediarse mediante la acción combinada de dos factores: el aumento de los ingresos y el recorte de los gastos. Si el transcurso de la situación no aventura una mejoría sustancial de los desequilibrios, sobreviene la suspensión de los pagos. Para superarla se acomete un recálculo de la deuda asumible y el resto se convierte en una quita. A este simple aunque doloroso remedio se le atribuye el pomposo nombre de ‘reestructuración’.

Piénsese que el déficit fiscal total(incluidos intereses de la deuda) del país mediterráneo totalizó 25.000 millones de euros en 2010 derivado de una deuda exterior de 327.000 millones de euros, vez y media el monto de su PIB. Según los analistas, el incremento de impuestos y la reducción de gastos congruente con el enjuague del déficit hasta valores asumibles en el acervo comunitario no es ni económicamente posible, por el efecto deflactor sobre el PIB que las medidas produce, en particular por su desfavorable incidencia en el consumo privado, ni políticamente viable. El Gobierno griego defiende además un programa de privatizaciones de 50.000 millones de euros, que aunque significativo en principio, los estudiosos reputan irrealista e insuficiente. Lamentablemente, el gobierno dispondrá de una escasa o nula capacidad de negociación en precios al actuar bajo la presión perentoria de los plazos.

Que los mercados juzgan al plan de inviable se desprende de hechos objetivos: los instrumentos de cobertura(CDSs) traducen en el precio una probabilidad de 46% de impago en los próximos dos años. El grado de siniestro en los próximos cinco años ha aumentado del 55% hace un mes hasta el 67% en la actualidad. Los tipos de la deuda a dos años han alcanzado el 27%. El secundario a 10 años se cotiza al 69% de su nominal y la quita teórica se estima alrededor del 60% del principal.

Mientras tanto las líneas de liquidez a los bancos griegos se han evaporado y las entidades se financian en exclusiva con el BCE. El PIB será negativo en 2011(3%)y el paro aumentará hasta el 14,8%.

Grecia podría someter a referéndum el abandono de la eurozona y retornar al dracma, su signo monetario anterior. Pero ello supondría la reedición del ‘corralito’ argentino de diciembre de 2001, donde el peso convertible vio hundida su cotización respecto de su paridad unitaria con el dólar. La fuga de euros del sistema bancario daría invariablemente en la quiebra del mismo, salvo que el gobierno decretase el estado de ‘economía de guerra’ y emprendiera un expolio ‘fiscal’ sobre la práctica totalidad de los haberes líquidos de la ciudadanía. Como este escenario es impensable, la opción de la reestructuración se consolida. La duda reside en el ‘cuando’ y en el ‘cuanto’.

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