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lunes, 26 de marzo de 2012

Rescatar la generación perdida(El Correo, 26.03.12)

José Ignacio Crespo vaticina en su reciente libro ‘Las dos próximas recesiones’ que la economía española registrará otros tantos retrocesos sostenidos de la producción en lo que considera un ciclo ‘natural’ que terminará previsiblemente en 2020. A la crisis iniciada en 2007 le sigue la que atravesamos en el momento actual, ubicando la tercera en el horizonte de 2016-2017 tras un corto periodo de recuperación y de creación de empleo.La interpretación más voluntariosa y optimista de estas hipótesis resultaría en que, a la vuelta de la década, soplarán de nuevo vientos favorables restableciéndose el equilibrio de principios del milenio, aquel que propició un empleo envidiable atrayendo incluso a millones de trabajadores de otras latitudes.

Pero no parece tan probable. Al contrario, este escenario augura –salvo un cambio sustancial de circunstancias- un enconamiento del estigma fundamental de nuestro sistema: un paro abusivo y desconcertante, fundamentalmente en el segmento de los jóvenes que acceden por primera vez al mercado laboral unido al colectivo cada vez más abultado de parados de larga duración.

Sucesivas crisis en un marco de ajustes presupuestarios heroicos, con una demanda interna esclerótica y un entorno internacional en recaída, no hacen sino subrayar sus rasgos más estructurales derivados –entre otras razones- de la explosión de la burbuja inmobiliaria, cuyo reemplazo no se acierta a adivinar. De la misma manera que Alemania tardó lustros en asimilar el bache de recursos, cuantitativo y cualitativo, derivado de la reunificación, el sector de la construcción en España que representaba en 2007 cerca de un 15% de nuestro PIB ha formado, al estallar, un cráter de paro estructural que implicará una lentísima sustitución. Esta es la particular y penosa reunificación que le toca gestionar al País para reconvertir un sector que ha pasado de iniciar 80.000 viviendas al mes a comienzos de la gran recesión a apenas 5.000 en la actualidad.

Los adolescentes y los adultos jóvenes son especialmente vulnerables a los reveses macroeconómicos. La tasa de paro juvenil ha crecido durante la crisis del 11,6% al 12,7% llegando al 50% en Grecia y España e incluso al 60% en Siria y Egipto. Todo ello amenaza con producir una ‘generación perdida’(OMT,2012), con un cúmulo de consecuencias negativas entre las que destaca la pérdida de la cohesión social. Giuliano y Spilimbergo (2009) relatan que los parados en edad juvenil cuestionan gradualmente el esfuerzo personal, perciben desigualdades injustificables, ven erosionada su autoestima y sus habilidades, caen en el desaliento y finalmente pierden la fe en las instituciones públicas hasta desconectar definitivamente de ellas. Altindag y Mocan (2010) concluyen de un estudio de 69 países que la experiencia prolongada del desempleo erosiona gravemente la opinión de los jóvenes acerca de la eficiencia de la democracia e incrementa su simpatía por lideres más radicales. En los países totalitarios están en la raíz de las recientes rebeliones cívicas.

Para paliar esta situación de los mercados de trabajo, todos los países han reaccionado con vigorosas medidas fiscales y monetarias para sostener una debilitada demanda agregada y han activado los esquemas sociales de protección a los desempleados y de subsidio a las empresas con programas de incentivación de la contratación, con desiguales resultados. Ninguna medida que se adopte tendrá una incidencia sobre el empleo comparable a la recuperación de la demanda. Hay que exigir a los triples ‘A’ del planeta que estimulen políticas de gasto publico y privado, pero el éxito de la gestión no está en nuestra mano y solo cabe esperar que a nivel mundial se produzca el esperado cambio de ciclo.

Mientras tanto cabe apelar a una medida que ha cosechado notables éxitos recientes en países como Alemania, Italia y Japón y que el Gobierno debe considerar troncalmente en la reforma laboral en curso. Nos referimos a los programas de asistencia financiera pública para animar a las empresas a algo tan simple como es el estabilizar mediante el reparto: mantener plantillas reduciendo jornadas y salarios. Podría proponerse asimismo que por cada punto porcentual en que la tasa de desempleo juvenil supere la tasa de paro general, se recortase o anticipase la edad legal de jubilación en la fracción de tiempo que se determine. Parece razonable que las generaciones de los mayores que ya han tenido su oportunidad, cedan paso en el trabajo ‘remunerado’ a las nuevas generaciones, que son las responsables de construir el futuro económico y la estabilidad de la sociedad. Se ha entrecomillado trabajo ‘remunerado’ aludiendo a que no acaba en la contraprestación monetaria la aportación social de la bolsa de trabajadores, como ya anticiparon en un informe visionario al Club de Roma Orio Giarini y Patrick Liedtke(1996). Pero ello será tema de otra reflexión.

2 comentarios:

  1. No creo que la solución pase por anticipar la edad de jubilación; más bien creo que pasaría por hacer que el resultado de la suma de salarios del Senior + Junior se mantenga siempre constante, o quizás baje un poco.

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